Por Millán Díaz-Foncea,
investigador en el Grupo GESES de la Universidad de Zaragoza,
miembro de CIRIEC Internacional y de la Red Internacional de Investigación EMES
El Coloquio Internacional de Investigación sobre Cooperativas celebrado los días 30 y 31 de mayo de 2025 en Trento, Italia, en el marco del Año Internacional de las Cooperativas 2025, ha supuesto un punto de inflexión para quienes formamos parte activa de las redes internacionales de investigación en economía social. Organizado por EURICSE y la Universidad de Trento, en colaboración con el CIRIEC Internacional, el ICA Global Committee on Cooperative Research (ICA CCR), y la Red Internacional de Investigación EMES, el encuentro destacó por su riqueza científica, pero también resultó clave en el reconocimiento del potencial transformador como espacio de articulación entre redes que, aunque se cruzan frecuentemente en publicaciones y proyectos, rara vez se han parado a dialogar de forma estructurada.
El programa del Coloquio se estructuró en torno a cuatro ejes de trabajo que reflejan los debates centrales del cooperativismo contemporáneo: la transformación de las formas cooperativas; su papel en la transición ecológica y democrática; la relación entre cooperativas, el trabajo y la participación; y el fortalecimiento del movimiento cooperativo a través de la intercooperación. Más allá del valioso intercambio científico, uno de los frutos más sugerentes fue el espacio generado para pensar cómo cooperamos entre quienes investigamos el cooperativismo y la economía social. A través de un ejercicio colectivo de reflexión, se evidenció una voluntad compartida: superar la fragmentación, fortalecer las sinergias, y avanzar hacia una comunidad académica más conectada y abierta. Este acercamiento inicial marca el comienzo de un proceso que puede ser tan estratégico para las redes y el sector como transformador para la sociedad.
Nuestro aprendizaje como investigadores del cooperativismo debe también inspirarnos institucionalmente: al igual que las cooperativas son más fuertes cuando cooperan entre sí, nuestras redes pueden convertirse en plataformas más sólidas y efectivas si asumen una lógica similar. Ello requiere generar confianza, un conocimiento mutuo más profundo (cada red tiene su propia sociología, con especializaciones disciplinares distintas, estructuras organizativas diversas y trayectorias históricas particulares), y mantener la voluntad compartida de aprender juntas.
Solo así podremos construir una comunidad investigadora articulada, capaz de acompañar al sector cooperativo y de la economía social en sus múltiples desafíos. Una comunidad que no solo transfiera conocimiento, sino que también divulgue el valor social del sector, forme cuadros comprometidos y documente con rigor su contribución a una economía del siglo XXI, más democrática, inclusiva y sostenible.
En este marco, el Coloquio de Trento también ha sido una invitación: a las entidades cooperativas, federaciones y estructuras representativas, para seguir abriendo espacios al saber académico, no como un accesorio externo, sino como parte integrante del ecosistema cooperativo y de la economía social. Desde el ámbito científico, podemos aportar no solo datos o diagnósticos, sino también memoria, perspectiva, legitimidad y visión crítica. Y lo puede hacer en todas las etapas del desarrollo de las entidades que lo forman, también cuando las organizaciones, federaciones y estructuras crecen y se institucionalizan. En esos momentos las universidades y la academia seguimos cerca para apoyar su labor.
Quienes investigamos en cooperativismo y sobre la economía social no somos observadores externos: somos parte del ecosistema. Nuestro objeto de estudio es también nuestro campo de militancia intelectual. En un mundo cada vez más necesitado de alternativas económicas viables y justas, la alianza entre redes de investigación y el sector cooperativo y de la economía social no es solo deseable, es imprescindible.
Trento nos recordó que cooperar (entre entidades, entre personas y entre saberes) es también un acto de construcción colectiva del futuro. Y que para construir una economía más humana necesitamos también una ciencia más conectada, comprometida y cooperativa. Como reto, nos toca pasar del encuentro ocasional a la estrategia compartida.